domingo, 6 de febrero de 2011

Obsolescencia programada

Hoy en día la tecnología avanza a un ritmo tan alarmante que si no compras un móvil nuevo cada seis meses no tienes lo mejor, las lavadoras tienen cada vez más capacidad y tardan menos en estropearse, compras un monitor nuevo para el ordenador cuando el antiguo funcionaba perfectamente, ultraplano, millones de colores y no sé que cojones más, ves televisores, que funcionan perfectamente, abandonados sin piedad por el simple hecho de no tener HD 1080. Todo nos lleva a lo mismo,  necesidades creadas a base de un consumismo irresponsable que es explotado por empresas. No nos importa la destrucción del patrimonio cultural en Egipto o el calentamiento global, sino un televisor nuevo con cincuenta millones de canales, poder comprar un coche mejor o que Belén Esteban se haya hecho tropecientasmil operaciones en su celulítico trasero. Lo ves en marquesinas si vas caminando por la calle, o en los autobuses, no puedes escapar de la publicidad que te hace desear cosas, la gran mayoría de la gente tiene empleos que odia para comprar mierda que no necesita.


-Te va a salir mas cara la reparación que comprar uno nuevo.

Cuando te dicen eso todo parece encajar, no duele tanto desprenderse del dinero, es la excusa perfecta. Tendría que arreglarlo de todos modos, te dices a ti mismo.

Todo esto viene por un documental fantástico que emitieron en la 2 de TVE (podeis verlo haciendo click aquí) que habla acerca de la cultura mundial (de los que no pasamos hambre) del comprar, usar, tirar y comprar uno mejor, esa vorágine de consumismo de la que no podemos escapar, manipulada artificialmente por las empresas, que acortan la vida útil del producto de forma deliberada.

Aquí es cuando hablamos de obsolescencia programada, las definiciones siempre son aburridas, os dejo un ejemplo práctico:


Una simple bombilla. ¿Por qué se funden las bombillas? Muy simple: por voluntad expresa del fabricante, que las ha diseñado concienzudamente para que no duren más de un máximo de horas determinado. Las bombillas han sido testadas antes de salir al mercado. Y han sido sometidas a una suerte de proceso de selección natural inverso: sólo las menos aptas sobreviven. Sólo aquellas cuya vida útil no es demasiado larga son lucrativas, aptas para ser comercializadas.

Éstas bombillas son las que puedes encontrar en una ferretería o en una gran superficie, la tecnología para fabricar bombillas más duraderas existe, no solo beneficiaría a tu bolsillo, también al medio ambiente, pero por desgracia el que las fabrica no es muy altruista y el medio ambiente o tu bolsillo le importais bien poco.

El documental muestra documentos y normativas internas de los fabricantes de bombillas en los que queda demostrado que la obsolescencia programada es la filosofía empresarial en la que se han basado sus directrices productivas durante los últimos 50 años.

Lo mismo ocurre con móviles, ordenadores, impresoras, electrodomésticos...

Otro factor oscuro son los desperdicios de los aparatos, todos sabemos ir a tirar la basura, pero ¿dónde acaban todos los residuos, muchas veces tóxicos?


El "primer mundo" tira toda su basura tecnológica en los países pobres o en vías de desarrollo. A veces les paga por ello, otras veces les dice que es tecnología que ellos pueden reutilizar. Pero no es así. El documental enseña cómo esa chatarra inservible se amontona en basureros inmensos que crecen en la cuenca de un río o en las afueras de las ciudades.

La publicidad es tan ingeniosa, sutil y precisa que justo parece saber lo que deseamos y sin pensarlo dos veces nos lanzamos al consumismo, pero si lo piensas dos veces, o tres, de lo que dan ganas es de vomitar.

Contra esto hay un arma muy eficaz: la educación en el consumo responsable y equilibrado y tener dos dedos de frente.

jueves, 3 de febrero de 2011

Gladiadores y bárbaros

Olor a sangre, arena cálida al contacto con sus sandalias, un ruido ensordecedor y un destello de luz cegador al abrirse las puertas.

Una ráfaga de viento cruza por entre sus piernas y hace ondear su escaso atuendo, llamado mas a atraer la atención del público femenino en un deleite visual que a preservar algún pudor enterrado años atrás en incontables combates. Con porte seguro aparece por la otra puerta un hombre de media altura y mirada desafiante, imponente. La caldeada atmósfera no muestra compasión con los dos combatientes, los incita a mutilarse mutuamente, sólo el más hábil se gana el derecho a seguir con vida, no hay redención.

No puede oir mas que su propia respiración y el ruido de los aceros entrechocados, todo lo demás es secundario. Después de quince minutos de lucha desenfrenada los músculos le piden una tregua, tiene que boquear en un desesperado intento de introducir más aire en sus pulmones para aguantar el tirón del joven esclavo. Se da cuenta de que no puede seguir el ritmo, pero los fugaces recuerdos de sus victorias lo envalentonan, no puede dejar de repetirse que la libertad por la que tanto ha luchado está al alcance de su mano. Una libertad perdida años atrás cuando fue arrancado de los brazos de su madre y el calor de su familia e introducido a la fuerza en una vida llena de violencia y asesinatos sin sentido para deleite de los espectadores, todo lo perdido...

La impotencia lo enloquece, falla la concentración y un mandoble destinado a sesgar el brazo izquierdo de su oponente se pierde y acaba estrellándose contra el borde del escudo de un combate librado anteriormente, destrozando en cuatro pedazos su única posibilidad de salir de aquel sitio con vida.

Basta un rápido movimiento de su contrincante para cortarle la pierna derecha a la altura de la rodilla y dejarlo tirado en el suelo, puede sentir perfectamente el instinto asesino de su oponente, al igual que muchos otros lo habían sentido antes en él mismo al saberse ganador. Sabe lo que pasará ahora, un terror incontrolable lo invade, temblando, mira los restos destrozados de su arma y nota como se le escapa la vida, se da cuenta del pavor que le produce la muerte, no quiere morir con tantas cosas por descubrir y muchos mas deseos por cumplir, en un acto involuntario micciona, con las ropas empapadas en una apestosa mezcla de sangre, sudor y orina se pregunta cuál es el sentido de todo aquel sufrimiento ¿debía pagar un precio tan alto por la diversión de aquella multitud?

Una mirada alrededor le deja claro que los asistentes, que tantas veces han apostado por él y aclamado su nombre, no lo recordarán después de aquel día, una vida de esclavitud y sufrimiento pasaría a la nada, al olor a putrefacción de la carne en descomposición.

Segundos que se convierten en horas esperando el veredicto de un público ávido de desesperación.

Los más tranquilos no se levantan, los menos, se lanzan enloquecidos contra los bordes de las gradas alzando el dedo pulgar en dirección al cielo reclamando la muerte por la que han pagado; con la vista fija en el filo de la espada llega a la conclusión de que su único fin ha sido dar pie a un espectáculo público que inspira una pasión desenfrenada. Recuerda con añoranza días mejores, cuando su única preocupación era ayudar a sus padres a recojer la cosecha antes de las heladas.

No puede recordar los rasgos de su verdugo, ha perdido mucha sangre, febrilmente ve como una figura ataviada de negro, espada en mano, tapa los pocos rayos de luz que podía apreciar, no le da tiempo a pensar en algo antes de sentir la espada introducirse entre clavícula y omóplato atravesando certeramente el corazón y se introduce en la nada con el terror de haber visto como la muerte en persona lo reclama.


Pollice Verso, de Jean-Léon Gérôme, representando el final de un combate de gladiadores.